lunes, 26 de abril de 2010

El amante de turno

La noche anterior había sido noche de fiesta y el mayor recuerdo que tenía era un dolor insoportable de cabeza, gracias a la cantidad de alcohol ingerida.

No recordaba nada más que botellas de cerveza vacías sobre la mesa del bar y muchos, muchos chicos lindos. Recordaba también a sus amigas riendo y bebiendo. Se recordaba a si misma hablando con gente desconocida.

Era su casa, lo sabía, al costado de su cama se encontraba tirado un joven bien parecido, que no pasaría los veintiocho años de edad.

-Noche de fiesta- pensó Micaela mientras se levantaba en cunclillas, esquivando al inmóvil amante de turno.

No recordaba cómo fue que los dos estaban en su casa, siendo que ella siempre terminaba en la casa de ellos. No se preocupó mucho por eso y decidió ir a buscar una aspirina por el dolor. La cabeza la estaba matando.

Debió de haber sido una noche como ninguna para que él terminara así como desmallado.

Micaela era una buena chica de veintitrés años de edad que estudiaba para ser abogada, los días de semana los pasaba con sus padres, reservando los fines de semanas para salir con amigas y buscar pretendientes.

Ella nunca duró más de una noche con alguien, excepto por su ex novio, del cual no sabía nada desde hacía años.

La cabeza le seguía doliendo demasiado. Decidió tomar un baño sin despertar a su compañero, para ver si así lograba despertarse y quitarse ese horrendo dolor de cabeza.

Se quitó la bata de baño, entro en la ducha, abrió la llave del agua y en el momento que el agua comenzó a recorrer su cabeza y a recorrer el camino hacia el desagüe Micaela vio que ese camino también era recorrido por sangre, que no podía ser más que la suya.

Al principio se espanto, luego pensó en la posibilidad de estar en "esos días", pero se contradijo de inmediato porque no podía ser posible. La semana pasada se le había retirado.

Se preocupó y comenzó a buscar la herida de la cual salía tanta sangre. Al no descubrir nada del cuello para abajo, tocó su cabeza y allí estaba.

La fuente de su tremendo dolor de cabeza no era la resaca, tenía un gran golpe en la parte posterior del cráneo. En ese momento recordó todo.

La noche anterior había conocido a quien ahora está tirado a un lado de su cama, se habían retirado del bar juntos después de que ella les había dicho a sus amigas que se iría a la casa de aquel bombón a pasar un buen rato. En el camino él la convenció de ir a la casa de ella, ella accedió faltando a su primera regla: “nunca ir a mi casa con ningún chico”.
Llegaron, una vez allí, cuando Micaela se dirigía hacia la cama con los tacones negros que hacían juego con su vestido del mismo color en las manos sintió un gran golpe en la cabeza y perdió el conocimiento.

Comenzó a sentir una presión en su estomago y unas manos que le apretaban la garganta a tal punto que casi perdía el sentido de no haber sido por el tacón que ella había usado la noche anterior que había terminado arriba de la mesa de noche cuando ella cayó desmayada en la cama.

Lo golpeó con fuerza en la cabeza para que dejara de estrangularla. Él cayó desmayado en el piso, ella no pudo contener el susto y terminó rendiéndose ante el desmayo.

En el baño y después de recordarlo todo, su mirada se dirigió de inmediato hacia su habitación, el bello durmiente se encontraba en el piso, tal como ella lo había dejado.

***

Su bello durmiente tenía nombre, Ezequiel. Era un chico tranquilo, raro. No hablaba con nadie en la escuela.

Como siempre los niños se burlaban de él, decían que la madre lo maltrataba y que había sido un niño no deseado.

Nunca se equivocaron.

Ezequiel nació y se crió en la casa de su abuela, nunca conoció a su padre. Él se dio cuenta que fue un niño no deseado desde chico, gracias a los constantes maltratos de su madre.

Un año atrás su madre murió. Murió joven, más joven de lo que hubiera querido. Su vida se vio interrumpida cuando quedó embaraza de él en una de sus tantas noches de fiesta en los bares, como Micaela.

Cuando su madre murió él se dio cuenta de que jamás nadie lo quiso, ni siquiera su propia madre.

Quiso quitarse la vida, pero no tuvo el valor. Quizá no lo hiso porque en ese momento su mente ideó una malvada idea.

Nunca más iba a nacer un niño no amado por nadie, nunca más ninguna chica fácil iba a maltratar a su hijo concebido en un bar después de unos cuantos tragos.

***
Micaela estaba por perder los estribos, pero se tranquilizo y pensó en ir a pedir ayuda. Primero saco el pie derecho, luego el izquierdo, cuando dirigía su mano derecha hacia la bata de baño que estaba colgada a un lado de la ducha, no la encontró en su lugar.
Su corazón comenzó a latir tan fuertemente que casi se podía oír el ruido desesperado que producía desde un pecho tan cerrado por el miedo que ella casi no podía respirar ella la había usado segundos antes de entrar a bañarse y la había colocado exactamente en ese lugar. No podía moverse.

Seguía en la misma posición que hace unos instantes. Se encontraba desnuda, sobre la alfombra de baño que su madre le había regalado especialmente para que no se mate al intentar salir de la ducha, su mano derecha aún seguía extendida hacía el lugar donde debería estar su bata de baño, que ahora se encontraba en manos del bello durmiente.

Al verlo parado en la puerta de la habitación sus ojos se abrieron casi hasta el punto de que sus parpados desaparecían detrás de sus ojos marrones. Todos sus músculos se endurecieron y sus articulaciones ya no quisieron responderle.

El hombre la tranquilizo explicándole que todo estaría bien, que no tenía que tener miedo. El la ayudo a ponerse la bata, luego la sujetó por los hombros, la condujo hasta una silla ubicada en el centro de la sala, la ató con unos cinturones y le tapó la boca con cinta adhesiva ancha.
Micaela rezaba mientras aquel loco le hablaba y le contaba la historia de su vida.

Le contó que su madre era igual que ella, que todos los fines de semana se acostaba con alguien diferente y que en su última aventura había quedado embarazada de él.

-No me tenés que tener miedo, linda. Yo no te voy a lastimar...demasiado. No vas a sufrir mucho va a ser un solo golpe.- le dijo Ezequiel con una sombría sonrisa en su bonita cara que ahora se veía deformada por el odio que sentía hacia las chicas de la clase de Micaela.

La madre había muerto hacía un año y desde entonces él decidió que nunca más existiría un bebe no deseado y maltratado por madre.

Le explicó que si ella le hubiera respondido "no" esa noche el se habría retirado sin problemas y que ahora se encontraba en esa situación por ser una chica fácil.

Micaela lloraba y trataba de gritar pero la cinta que tenía le impedía emitir algún sonido que se pudiera escuchar desde la puerta de entrada.

No sufrió mucho, él cumplió su promesa y la mató de un solo golpe. Tomo un cuchillo de la cocina y de un simple movimiento de codo término con la vida de otra chica fácil, como lo hacía desde hace un año.

A Micaela la encontró su madre al día siguiente, recostada en la bañera con agua fría y hielo.
En su frente se podía leer un cartel que decía: "CHICA FÁCIL"

Nunca encontraron al asesino de chicas fáciles que acechaba los bares en busca de chicas fáciles como Micaela, como su mamá.

sábado, 24 de abril de 2010

BIENVENIDOS!!!

Cuentos que matan es un blog creado, basicamente, para que yo publique mis cuentos!!! Y, para el que quiera entre y los lea!
De corazon espero que los disfruten y por favor dejen sus comentarios y no se limiten. Sus criticas seran muy bien recibidas y me ayudaran a crecer como escritora.